Gloria Díaz. CEDIDA

«La vida sigue igual, bueno, casi igual»

«Puede ser que lo que estoy viviendo aquí, esa 'normalidad' sea, en cierto modo, lo que le espera a España cuando las puertas se abran. La vida sigue. Sigo tomando el café de siempre, con mis amigos de siempre, con algo más de cuidado y respeto, pero nunca con miedo», cuenta la jerezana Gloria Díaz

mari paz romero

Miércoles, 15 de abril 2020, 15:59

La jerezana Gloria Díaz Bancalero, de 25 años, es profesora de español en Taichung, Taiwán, desde hace dos años. Cuando la crisis sanitaria por el COVID-19 estalló en Wuhan, epicentro de la pandemia, ella se encontraba de vacaciones en Jerez de los Caballeros, «pánico. Eso sentí cuando a mediados de enero, desde mi casa, supe por las noticias del bloqueo de Wuhan. Mientras todo a mi alrededor era calma y se veía como algo lejano y ajeno, yo tenía que volver, en días, a un lugar que se encontraba a menos de mil kilómetros del epicentro de la actual pandemia».

A pesar de los riesgos, Díaz decidió regresar a Taichung, «subí a ese avión con miedo e incertidumbre, concienciándome, en esas dieciocho horas de vuelo, que iba a vivir unos cuantos meses sola en mi pequeño apartamento. Además, entre cabezada, libros y películas, también, pensaba si estaba haciendo lo correcto yendo hacia Taiwán».

La jerezana aterrizó en Taipéi, capital de Taiwán, el 1 de febrero, sin saber, según cuenta, que llegaba al país más seguro del sudeste asiático, «la vida sigue igual. Bueno, casi igual», destaca Díaz, «desde enero hasta hoy, Taiwán cuenta con menos de cuatrocientos casos confirmados por el virus de Wuhan y son, la gran mayoría, importados», continúa, «Taiwán conoce bien a su país vecino. En cuanto el gobierno de China disparó la noticia, la isla respondió a tiempo con el cierre de fronteras. Sin embargo, responder a tiempo no es, siempre, todo». Díaz relata a HOY Jerez de los Caballeros que, en 2.003, ya combatieron el SARS y será porque los taiwaneses practican «el confucionismo y tienen bien grabada la frase del filósofo: un pueblo que no conoce su historia está condenado a repetirla, que, hasta ahora, no han cometido grandes errores».

Autoconfinamiento

La jerezana señala que, en realidad, en donde ella reside, no ha habido confinamiento, «durante el mes de febrero hasta principios de marzo, solo se registraron 47 casos, pero el crecimiento exponencial del último mes ha obligado al Ministerio de Sanidad a imponer medidas más estrictas».

Unas medidas, incide, que cumple todos los días, «ya es como un acto reflejo: salgo de casa y mascarilla todo el día. El Gobierno raciona la venta de mascarillas a nacionales y residentes. Así que, cada siete días, acudo a la farmacia de mi barrio sin falta, porque son de uso obligatorio en espacios cerrados, como centros comerciales, escuelas, universidades, supermercados, transporte público, etc. Estos lugares siguen abiertos con total normalidad, aunque con menos afluencia».

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Díaz señala que el ministro de Sanidad, Chen Shih-chung, aconsejó, ya a principios de febrero, que se cancelaran los eventos o actividades en grupo y que se evitara, en la medida de lo posible, la concentración masiva de personas en un mismo punto, «con ello, se refiere a los mercados nocturnos de comida en la calle: la atracción de ocio más popular del país. Normalmente, no se puede caminar por ellos. Ahora, claro que siguen frecuentándose, pero el miedo retiene a gran parte de la población que, por cierto, está practicando por voluntad propia su confinamiento. Ese autoconfinamiento se definiría como del trabajo a casa, pasando por el súper».

La jerezana Gloria Díaz. CEDIDA

Día a día

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El día a día, de esta profesora jerezana de español es, como ella lo define, «casi igual» al que vivía antes de esta crisis sanitaria solo que «al entrar en la escuela donde trabajo, el 'buenos días' va seguido de la toma de temperatura (que, si llegara a superar el 37.5, tendría que volver a casa y cumplir mi cuarentena) y la desinfección de manos. Termino mi clase, desinfecto el aula. Salgo a comer, intento guardar una distancia de un metro y medio y, de nuevo, al entrar en cualquier cafetería, me encuentro con el personal en la puerta disparándome con el termómetro frontal. Y así, todos los días, repitiendo el patrón de 'tener cuidado' al tocar, qué tocar, de no sentarte a menos de un metro de nadie, de no abrazar a tus amigos -por supuesto-, de lavarte las manos un sinfín de veces al día cuando se está fuera de casa…».

Como profesora de español, en sus clases de nivel avanzado siempre suele empezar con noticias de actualidad, «el mes de febrero y marzo se redujo al monotema 'virus'. Lo hemos dejado ya un poco aparcado, porque solo nos angustiaba más. Quizás, para ellos, las cifras o el Estado de alarma, no les pesaba tanto, pero yo regresaba a casa con esa extraña sensación».

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Por eso, señala, su vida en Taichung es similar a la de siempre, «salgo y entro, pero con mucho cuidado. Puede ser que lo que estoy viviendo aquí, esa 'normalidad' (que no sabemos si acabará y en que resultará), sea, de cierto modo, lo que le espera a España cuando las puertas se abran. En fin, la vida sigue. Yo sigo tomando el café de siempre, con mis amigos de siempre, pero con algo más de tensión, cuidado y respeto. Pero nunca con miedo. Hay que seguir. Hay que seguir viviendo».

Por último, Díaz manda un mensaje de ánimo a sus paisanos, «con esto y, por ahora, pretendo animar. No sabéis lo seguros que estáis en casa. Estar, quedarte, permanecer en casa es cuidar a los demás y a uno mismo. Ojalá esto acabe, si no es pronto, al menos, de forma segura -que es más importante-, y ojalá que, de volver a tener una pesadilla como esta, el mundo siga aquella frase de Confucio».

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