

josé M. Martín/p.D.
Viernes, 28 de julio 2017, 07:55
El reto era desarrollar un material que se ajustara al diseño de un nuevo modelo de nidal artificial destinado al cernícalo primilla.
Entre las características que se pedía para los habitáculos de las aves es que fueran más ergonómicos, ligeros, durables, económicos y que se integraran mejor en el entorno.
Así, con los objetivos claramente definidos, desde Intromac (Instituto Tecnológico de Rocas Ornamentales y Materiales de Construcción) se pusieron a trabajar para lograr un material que cumpliese con todas las expectativas. Tras varios meses de investigación, han logrado un resultado muy satisfactorio para todas las partes implicadas en la iniciativa gracias a un mortero de corcho.
Los nuevos habitáculos pesan un 30% menos que los modelos comercialesEl material de construcción y el novedoso diseño sirven para reducir la temperatura interior
La acción se enmarca dentro de un proyecto más amplio, 'Life Zepa Urban', de conservación del cernícalo primilla en las Zonas de Especial Conservación de Aves (ZEPA) urbanas, al que la Junta de Extremadura ha destinado un total 2.779.000 euros y en el que hay incluidas 30 actuaciones en siete localidades, una de ellas es Jerez de los Caballeros. En concreto se encuadra en las actuaciones destinadas a aumentar las poblaciones de cernícalos primilla en dichas Zepas y a incrementar el éxito reproductor de la especie. En esta fase participan la organización Defensa y Estudio del Medio Ambiente (DEMA), la empresa Extremadura 2002 e Intromac, todos coordinados por la dirección general de Medio Ambiente de la Junta de Extremadura.
El diseño de los nidales se realizó desde DEMA y las cajas tienen un espacio útil más amplio que las existentes hasta ahora en el mercado. En la estructura destacan unas aberturas en la parte inferior de los costados para favorecer la ventilación y la eliminación del material del nido, así como la presencia de una rampa tras la entrada del nido que retrasa la salida de los pollos y evita que se vea el interior del nidal, minimizando los riesgos de depredación.
Los investigadores de Intromac tuvieron claro desde un principio que el corcho era la materia prima que más se ajustaba a las necesidades a la hora de cumplir con las características marcadas para los nidales. «Tiene unas funciones técnicas que son muy positivas para el proyecto», expone María Concepción Pacheco, doctora en Materiales y responsable de la investigación en Intromac, en relación a su ligereza y a la cercanía de su producción, lo que hace que su obtención sea más económica.
Entre los beneficios de utilizar el corcho, Pacheco también cita su gran valor ecológico, «porque es renovable, biodegradable y respetuoso con el medio ambiente. Además, nos ayuda a hacer sostenible la dehesa, ya que está dando beneficio a los productores».
El proyecto comenzó en septiembre de 2016 y lo primero que se hizo en Intromac fue una selección y caracterización de los componentes. Se valoraron diferentes cementos y probaron distintos aditivos. Éstos últimos fueron todos desechados. Al mismo tiempo, se caracterizaron numerosos áridos naturales y varios granulados de corcho. «Tuve que hacer muchas dosificaciones y descarté los áridos para reducir la densidad del material resultante, que solo tiene cemento, corcho y agua», indica Pacheco, que también ha jugado con el cemento utilizado, porque el corcho quita resistencia y se ha suplido con un cemento de alta resistencia.
Una vez que se decidieron los componentes de la receta faltaba por saber las proporciones de los mismos. Para ello, se hicieron diferentes amasadas. «Al llevar un árido de menos de cinco milímetros se considera mortero, si fuera de mayor tamaño estaríamos hablando de hormigón», especifica la investigadora, que caracterizó las propiedades de las casi 30 dosificaciones resultantes.
Primeros análisis
En este momento, se analizaron la consistencia, el aspecto visual, la resistencia a la flexión y a la compresión y la densidad. Estos exámenes sirvieron para descartar algunas mezclas hasta seleccionar tres dosificaciones que se ajustaban a los parámetros requeridos. «El aspecto visual era muy importante porque no podía ser demasiado poroso, aunque finalmente hemos visto que ese aspecto rústico se integra bien en los edificios de los cascos antiguos de las ciudades a los que irán destinados», detalla Pacheco.
El estudio que se realizó a continuación fue mucho mas exhaustivo y en el centro investigador evaluaron las propiedades del mortero en relación a la absorción por capilaridad, conductividad térmica, densidad en estado seco y húmedo, permeabilidad al vapor, choque térmico y ciclo de hielo-deshielo. Con esto se eliminó otra de las dosificaciones. «La definitiva se eligió en fábrica, una vez que vimos el trabajo con los equipos», informa Pacheco, para reconocer seguidamente que la fabricación del molde ha sido un proceso complicado.
Desde Intromac son muy optimistas respecto al mortero de corcho desarrollado y entienden que cumple con premisas iniciales. Desde luego, sirve para aligerar los nidales. Pesan unos diez kilos, «un 30% menos que los modelos comerciales existentes, que algunos llegan a los 15 kilos», indica Pacheco.
En la actualidad, se están haciendo estudios sobre los nidales construidos. Seis de ellos están colocados, dotados con sensores para medir su temperatura y humedad interior, en la iglesia de la Purificación de Almendralejo y en el centro investigador se está observando su durabilidad.
Estas pruebas han servido para validar un detalle que DEMA y la dirección general de Medio Ambientes se habían marcado como objetivo y es que el mortero incrementa el aislamiento térmico de los nidales. «El corcho aporta ligereza y sirve de aislante, aunque creemos que la reducción de la temperatura que se ha detectado en el interior en relación a los que se han usado hasta ahora se debe tanto al diseño como al material», puntualiza Pacheco.
Ola de calor
Este descubrimiento coincidió con la ola de calor que sufrió Extremadura hace algunas semanas, con lo que este aspecto ha tomado relevancia en cuanto que los responsables del proyecto entienden que puede incidir positivamente en la supervivencia de los polluelos.
La fabricación de los productos finales se hizo en tres colores: blanco, gris y albero y no se aprecian diferencias de temperatura en el interior de cualquiera de ellos.
Otro de los parámetros en los que el mortero de corcho sale reforzado es en la resistencia al impacto. En este sentido, se comprobó que el corcho amortigua los golpes y aunque éstos mellan el material con mayor facilidad que en los morteros de cal o en los mixtos, por el contrario el desarrollado en Intromac tarda más en romperse al ser menos rígido.
Una vez que finalicen los últimos estudios, el siguiente paso en el proyecto global será la construcción de 300 nidales que se instalarán en las diferentes zepas antes de febrero de 2018. «Por nuestra parte, iremos haciendo controles de calidad para que la fabricación sea correcta», comenta la investigadora.
La idea final es que se construyan un millar de nidales que se repartirán entre ayuntamientos, organizaciones y particulares para su instalación. «Esperemos que los datos obtenidos en el laboratorio se mantengan durante la aplicación práctica. Los tres socios estamos contentos y somos optimistas en cuanto a la respuesta del mortero de corcho», apostilla Pacheco.
Ahora, habrá que esperar más tiempo para saber si este desarrollo contribuye a aumentar las poblaciones de cernícalos primilla.
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