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Vista de Jerez de los Caballeros. p. d.

Murallas extremeñas, el ejemplo de jerez

Por Jerez casi no se pasa; hay que ir. Así que, tras la crisis siderúrgica y la pérdida de población que ese hecho y otros vaivenes económicos han supuesto en la ciudad y en la región, es de suma importancia cuidar las emblemáticas construcciones extremeñas,que son la base de un futuro turismo cultural

feliciano correa

Jueves, 23 de mayo 2019, 17:23

Hace unas semanas se ha acometido el derribo de unas casas parasitadas al cerco amurallado de Jerez de los Caballeros. La ausencia de normativa y la dificultad en otros tiempos para el acarreo de materiales hacía que los vecinos adosaran sus viviendas a muros de templos, a paredes de ermitas o a torreones y murallas, como si esa construcción defensiva que separaba el campo selvático e inseguro del espacio humanizado, no importara usurparlo. De tal modo que se colaban de rondón en el adarve o en un recodo de la fortificación, destrozando su estampa primitiva.

La feliz iniciativa del derribo que, recientemente ha decidido el equipo de Gobierno que preside la alcaldesa jerezana Virginia Borrallo, es algo que vengo reclamando desde hace muchas décadas como cronista oficial y estudioso del patrimonio histórico. Pues desde que Antonio Granados Ruiz, el último alcalde franquista, acometiera la restauración del cerco jerezano, ninguna obra significativa con esa intención se había realizado. En nuestra región hay ejemplos singulares, como la de Galisteo, elevada con rollos del río Jerte, o la de Plasencia, de tan señorial empaque y galanura.

La masa campesina de Jerez ha vivido durante siglos en una situación de escasez y desvalimiento, de tal modo que al estar tan escasos y faltos de recursos la mayoría, usaron estratagemas para buscar el amparo de techo a resguardo de las murallas, también porque acomodarse a su vera les aportaba seguridad. El cerco pétreo jerezano, de mampuesto y granito en los esquinazos, tiene su origen árabe, luego ensanchado y fortalecido por las órdenes del Temple y Santiago. Su actual trazado se llevó a cabo en el año 1471, por deseos del maestre santiaguista Juan Pacheco, Marqués de Villena y duque de Santisteban, siendo alcaide de Jerez Martín de Manxarres.

El proyecto de limpieza que refiero ha corrido a cargo de los arquitectos Modesto García Méndez e Isabel Amores. Y son estas acciones una oportunidad para llevar a cabo una valoración arqueológica y redactar un estudio que enriquezca la memoria histórica, donde tantas cosas una muralla ha de contarnos al ser descubierta, ya que la misma condicionó la configuración del espacio urbano.

Por lo accidentado del terreno, la de Jerez hubo de ser alzada con zigzagueantes formas, cosa que dificultó mucho su construcción. Hubieron de salvarse repechos muy acusados del suelo, pero una vez elevada resultó un bastión bien fortificado. El sentimiento religioso, tan presente en sus habitantes, quedó plasmado en el hecho de que junto a cada puerta existe una advocación. Así, en la de Alconchel, san Bartolomé; en la de la Villa, san Antonio; en la de Santiago, un Santiago matamoros (originariamente tuvo otro nombre esa puerta, que probablemente se cambió en el siglo XVI con el esplendor de los santiaguistas); en la de Burgos, san Gregorio; en la de Sevilla, santa María. En la Nueva, santa Lucía y san Agustín. Para facilitar el acceso a la villa se perforó un trozo del grueso paredón, dando ocasión a lo que se conoce hoy como calle Portillo.

Desde el año 1933 existe una normativa protectora de las murallas. En su art. 34 señala: «El Estado podrá expropiar por causa de utilidad pública los edificios y propiedades que impidan su contemplación». Luego sucesivas disposiciones han insistido en el valor de estos lienzos. Así lo hace la Ley 16/1985 del Patrimonio Histórico Español, y la Ley Extremeña 2/1999; prescribiendo en su art. 18: «El entorno de los monumentos estará constituido por los inmuebles y espacios colindantes». De lo que se deduce que es clara infracción elevar o adosar casas que perturben la visión de un monumento BIC, u otros de cierto rango en los Conjuntos Históricos Artísticos, como es el caso jerezano.

Quiero señalar finalmente que esta es una ciudad esquinada en el mapa. Por Jerez casi no se pasa; hay que ir. Así que, tras la crisis siderúrgica y la pérdida de población que ese hecho y otros vaivenes económicos han supuesto en la ciudad y en la región, es de suma importancia cuidar las emblemáticas construcciones extremeñas, que son la base de un futuro turismo cultural. Ello significa, si se gestiona bien, una fuente de riqueza. Yo espero que las nuevas corporaciones gobernantes que se configuren tras el día 26 de mayo tengan en cuenta la especial protección que estos valores merecen, y sigan una política de expropiaciones para rentabilizar la historia de las viejas villas fortificadas.

Esto que señalo supone una acción rentable en la gran ciudad del sur de Extremadura, no olvidando que fue capital del Temple, emblema del poder de la orden de Santiago, y vieja sede de ese derecho civil singular que es el Fuero del Baylío. Luego, en el siglo XVIII, se configuró como pedestal extremeño del barroco. Junto a esto, otros muchos secretos dormitan en sus recovecos callejeros, o en su campo, donde perviven casi de milagro valiosos yacimientos arqueológicos escondidos en la inmensa dehesa. Ahí están todavía, con sus ermitas centenarias sorprendentemente reconocibles, algunas construcciones que piden auxilio para no llegar a ser un recuerdo desvaído.

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