

José Javier Llorente
Jueves, 1 de abril 2021, 17:32
Todos estamos inmersos en otro año de tremenda dificultad motivada por esta cruel pandemia que se ha llevado a miles de personas en todo el mundo, que mantiene en hospitales bajo especiales cuidados a gente de todas las edades, sexo, culturas y religión y que presiona a diario según sus conveniencias para que los expertos tengan que adaptar o adecuar soluciones a las nuevas variedades del dichoso virus.
Y el mundo cofrade no se exime de la rigurosidad y de los requerimientos que los responsables de sanidad marcan; más aún, es ampliamente fiel cumplidor de esas normas necesarias, unas normas que han marcado un antes y un después, sin duda, en nuestras hermandades y cofradías.
A pesar de todo, del dolor y del miedo (porque este es libre), de la incertidumbre y la desazón surgida en cada uno de los cofrades, la Cofradía del Señor Coronado de Espinas siguió funcionando en el último año, aunque un poco al ralentí, aguardando noticias esperanzadoras sobre la evolución de la pandemia. Todos esperábamos ansiosos al menos poder realizar el Solemne Triduo a nuestros Titulares en la Iglesia de San Miguel, conociendo ya que el traslado de las sagradas imágenes a la ermita de los Santos Mártires no podría realizarse. Gracias a Dios éste pudo oficiarse respetando las medidas de seguridad establecidas en la fecha. Las reuniones de la Junta de Gobierno, como casi todas las reuniones de otros ámbitos de la vida social, se llevaron a cabo por videoconferencia, primando asuntos vertidos de la Junta de Cofradías de Semana Santa de Jerez, pues escasos eran los proyectos se podrían plantear con la perspectiva tan poco halagüeña que se avecinaba. Para asuntos ordinarios y no urgentes se mantuvieron a lo largo de todo el año los oportunos seguimientos de la comisión de presidencia.
Esta Semana Santa 2021 se está viviendo de una manera especial, diferente, cercana. La propuesta de nuestro párroco de exponer nuestras imágenes en altares efímeros nos llenó de ilusión tras el largo año 2020. Los días de concreción de los altares efímeros en las capillas de San Miguel y la preparación de los mismos ha servido para retomar esos vínculos que con motivo de los protocolos de seguridad se habían distanciado un tanto, volviendo a sentir esa llama que en un cofrade siempre está ahí, muy dentro de cada corazón, y que se enciende vivazmente por el simple hecho de acercarle una tulipa al hermano que dispone el altar del Cristo Flagelado, apretar la punta de la lanza del romano del Misterio del Señor Coronado de Espinas u observar como las manos delicadas de las camareras de la Virgen de la Amargura engalanan devotamente a nuestra Madre. Tal vez, y precisamente porque nos ha tocado vivir esta Semana Santa desde otra perspectiva, nos demos cuenta de lo importante y necesaria que se antoja la unidad de todos los cofrades, considerando que compartimos un gran altar entre todos, el altar de la Iglesia. Nuestros Cristos y nuestras Vírgenes, con distintas advocaciones, pero bajo la misma corona de espinas y bajo el mismo manto bordado. Esperemos que el Señor nos ayude.
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