Jóvenes jerezanos en el frente de batalla contra el COVID-19
mari paz romero
Sábado, 18 de abril 2020, 18:18
El COVID-19 ha llevado a miles de jóvenes sanitarios a estar en el frente de batalla para combatirlo. HOY Jerez de los Caballeros ha hablado con algunos de estos jóvenes y nos cuentan cómo están viviendo esta crisis sanitaria desde hospitales de Badajoz, Cáceres, Sevilla, Madrid y Barcelona. Todos son jerezanos, veinteañeros, están lejos de sus familias, y afrontan esta situación como un aprendizaje continuo y un reto de superación porque, según señalan, «nunca habían imaginado vivir algo así, algo que parece de película, de enfermería de guerra».
Badajoz
Cristina Mogío Galván, de 28 años, es enfermera en la Unidad de Cuidados Intensivos (UCI), y Natalia Macarena Labrador Bravo, de 29 años, enfermera en el Servicio de Urgencias, ambas, del Hospital Universitario de Badajoz.
Para Mogío, su día a día, es «dar el 200%» de sí misma en cada jornada, «al llegar a mi servicio, se reparte la carga de pacientes entre las enfermeras del turno, cogemos los relevos, nos equipamos con los EPIS y nos ponemos a trabajar. Por el momento, no hay escasez de material de protección como en otros lugares, aunque, las mascarillas sí están limitadas». Los ingresos en UCI son «difíciles», señala, «ya que los pacientes vienen en situaciones críticas, hay que entubarlos y ponerles ventilación mecánica. No estamos colapsados, pero el turno se hace a tope y es duro, sobre todo, psicológicamente».
Para esta enfermera jerezana, el Covid-19 está siendo un enemigo difícil de vencer, «las guardias en la UCI siempre son duras, pero esta situación las endurece aún más por enfrentarte a lo desconocido y la complejidad de las técnicas y cuidados que requieren estos pacientes tan críticos», también, «con este entorno de trabajo, los protocolos se modifican constantemente, aunque, poco a poco, nos vamos adaptando y se va reduciendo la tensión y el miedo». Además, «no hay palabras cuando tus cuidados han formado parte de la recuperación de un paciente o cuando surgen iniciativas como la realización de videollamadas entre los pacientes y sus familiares».

Por otro lado, en el servicio de urgencias, se encuentra Labrador, quien señala que se ha creado un «circuito» para dividir las urgencias Covid-19 del resto de urgencias. Así, en la entrada del recinto del hospital «se ha instaurado una 'caseta' donde se encuentra una enfermera que realiza el triaje de todos los enfermos que acuden a urgencias. Una vez triado el paciente, pasaría a las urgencias Covid-19 o a las urgencias habituales». Las urgencias Covid-19, indica, están situadas en el aulario de docencia, «que ha sido acondicionado, a la mayor brevedad, por personal del servicio y mantenimiento para garantizar una adecuada asistencia sanitaria a todos los pacientes».
Al estar varias enfermeras ubicadas en urgencias Covid-19 y si el número de pacientes lo permite, indica Labrador, «podemos relevarnos y dividir el turno para evitar estar 7 horas con el EPI puesto. Una vez te colocas el EPI, entras en la sala de observación para realizar todo el proceso asistencial que necesite el paciente hasta que, según su evolución o estado, se ingrese o se vaya de alta a su domicilio». Si el número de pacientes es alto, «entraríamos varios compañeros y otro quedaría fuera para recoger muestras, extracciones…».
Labrador reconoce que, al principio, tenían miedo y mucha presión, «miedo a contagiarnos o ser portadores asintomáticos. Además, al principio no nos permitían llevar mascarilla para no alarmar a la población y, fíjate ahora, los protocolos van cambiando continuamente».
Cáceres
Laura Macías González, de 23 años, es enfermera en la UCI del Hospital Universitario de Cáceres, una de las ciudades de Extremadura más castigada por el Covid-19, «se está notando de especial manera, sobre todo, en las unidades de pacientes críticos, tanto en el hospital San Pedro de Alcántara, como en el Universitario. Hay pacientes positivos repartidos en casi todas las plantas que se aíslan de los demás pacientes».
Su día a día, señala Macías, es complicado, «te enfrentas a la falta de material, a reutilizar batas de un solo uso, a sistemas de protección incómodos, gafas que no te dejan ver y mascarillas con las que apenas se puede respirar, eso, unido al miedo que provoca entrar en una unidad de pacientes críticos en la que sabes que todos son positivos por Covid-19».
No obstante, para Macías, lo más difícil es estar delante de una persona que está aislada y enferma, y para la que tú eres su única cara amiga, «ver a las personas solas y a sus familiares que llaman a la unidad llorando y preguntando es duro. Al final, suelen acabar dándote ánimos a ti, pidiéndote que cuides a su familiar, ya que ellos no pueden hacerlo y dándote mil gracias por estar ahí. Es un cóctel de emociones que, unido al cansancio, psicológicamente, acabará pasando factura», continúa, «hasta que no vives esto, no te das cuenta de que es peor de lo que te esperabas, por muchos números, gráficas y estadísticas que te pongan en televisión, la realidad es más devastadora», aunque, sí que es cierto que, poco a poco, «se van dando altas y los pacientes críticos van saliendo de la unidad, a cuentagotas, pero salen».

Sevilla
Jesús Segundo Gordillo Fuentes, de 26 años, es médico de neumología del Hospital Virgen Macarena de Sevilla y cuenta a HOY Jerez cómo su, día a día, ha cambiado drásticamente, «el servicio se ha reorganizado para cubrir las necesidades dado el estado actual. Se ha fomentado la teleconsulta para evitar que los pacientes tengan que desplazarse al hospital y se han realizado turnos para prevenir contagios entre el personal».
Para este joven médico jerezano, está siendo una situación difícil, «desde las urgencias hospitalarias, ha sido duro, he tenido la sensación de que siempre hemos ido un paso por detrás del virus. Cada día, cambiaba el protocolo, un paciente que el día anterior no cumplía criterios epidemiológicos al día siguiente sí los cumplía; atendías a pacientes y no sabías sí podrían presentar la enfermedad, por lo que al final muchos compañeros se han visto afectados», continúa, «sin embargo, el día que más te marca es en el que empiezas a atender a todos los pacientes que presentan clínica respiratoria con un EPI, pues, nadie te ha enseñado a ponértelo y, mucho más importante, a quitártelo correctamente. El traje retiene el calor, las mascarillas y las gafas o pantallas de protección aprietan y duelen. Los turnos se hacen muy largos».
Es una situación que te sobrepasa, indica, «algo para lo que no estás preparado y te genera ansiedad e incertidumbre. Desde Urgencias, hemos tenido que estar en primera línea, indicando a aquellos pacientes que tuviesen síntomas que no se les podía realizar las pruebas, ya que no había suficientes reactivos y se debían reservar para los pacientes más graves. Y, así, sin poder confirmárselo, debían estar 14 días confinados en una habitación, con unas medidas de aislamiento muy estrictas y sin la certeza de si realmente padecían la enfermedad. También, es duro ver como tus compañeros son aislados y saber que se sienten impotentes por no poder ayudar en el momento en el que más se necesita».

Madrid
Noelia Jiménez Lucas, de 26 años, es enfermera en la UCI del Hospital de Villalba, Madrid, y señala que «al inicio, todo fue un caos. Ante esta situación, hemos tenido que adaptarnos a algo que no estamos acostumbrados. Nadie nos prepara para una crisis de esta magnitud. Todos estamos haciendo de todo, haciéndolo lo mejor que podemos».
Jiménez señala que «en la Comunidad de Madrid aumentaron los casos a una velocidad muchísimo mayor que en el resto de comunidades, y la demanda de medios, tanto humanos como materiales, fue más rápido de lo que podía ser asumida». A día de hoy, indica, «sigue sin haber equipo profesional suficiente para atender al volumen tan grande de infectados. La mayoría estamos haciendo turnos de 12 horas (al menos en Cuidados Intensivos), y teniendo menos días de los que nos corresponden libres, ya que no hay personal. A todo esto, hay que sumar los compañeros que están empezando a contagiarse porque los equipos de protección no han sido los adecuados, ni los suficientes». No obstante, esta enfermera jerezana subraya que no hay palabras para describir lo que se siente cuando «ves que los pacientes mejoran, se pueden extubar, avanzan, llega el día en que pueden irse de la unidad y se van de alta a su domicilio. Esto no se puede describir».
Jiménez manifiesta a HOY Jerez que, aún, nos queda mucho camino por recorrer, pero con las medidas que se han adoptado, desde que se decretó el estado de alarma, «tenemos que admitir que los sanitarios podemos parar y respirar. Al inicio, todo fue muy rápido. Solo veíamos llegar y llegar pacientes que tardaban mucho en estabilizarse y ya no hablemos de mejorar, pero, ahora, estamos viendo, en nuestro día a día, que sí hay salida a aquello que pensábamos que nunca acabaría».
Barcelona
Inmaculada Morales Galván, de 23 años, es enfermera de Salud Mental en el Hospital San Juan de Dios, de Barcelona, y está viviendo esta situación con bastante inquietud e incertidumbre, «las indicaciones y protocolos se actualizan casi a diario, y las medidas que, hoy, son correctas, mañana resultan insuficientes. No se tienen equipos de protección suficientes, llegan con cuentagotas y se reutilizan aun siendo inefectivos, esto provoca una gran pérdida de tiempo y, por supuesto, una exposición continúa al riesgo, por lo que se viven jornadas de trabajo muy intensas, donde predomina la ansiedad, trabajar a máxima velocidad y donde cobra mucha importancia el trabajo en equipo, son nuestros compañeros nuestro mayor apoyo».
Morales señala que esta situación hace que, también, haya miedo, «miedo a tocarte la cara por el dolor que producen los equipos y que con esa simple acción te hayas podido contagiar, aunque me atrevo a decir que nos preocupa más ser un vector del virus hacia otros pacientes que lo que implica nuestro contagio». En el caso de esta enfermera jerezana, sus pacientes no solo se enfrentan al Covid-19, «sino que sufren trastornos mentales y, al igual que todos, deben cumplir las medidas de aislamiento, lo que repercute negativamente en su patología de base». Además, destaca, «las demandas en nuestra especialidad se incrementan por el confinamiento, por lo que, si unimos psiquiatría y Covid-19, la evolución aún no es positiva».
Esta enfermera jerezana destaca que «no debemos olvidarnos de cuidar nuestra Salud Mental, buscar la forma de desconectar, de mantenernos activos, de seguir conectados con todas esas personas importantes para nosotros, quizás las redes sociales, ahora sí, pueden ser un buen aliado, debemos intentar mantener una actitud positiva y pensar que pronto nos habremos despertado de esta pesadilla».
Reconocimiento y solidaridad
Todos coinciden en el valor y reconocimiento que se está dando, en estos momentos, a los profesionales sanitarios, «las muestras de apoyo que recibimos, diariamente, nos dan fuerzas para seguir luchando contra este virus». También, la unión entre compañeros y la solidaridad de la gente, «que no ha dudado en aportar su granito de arena en la lucha contra el coronavirus, ya sea en casa cosiendo mascarillas o empresas que han desviado su producción para la fabricación de pantallas faciales, soluciones hidroalcohólicas o respiradores». No obstante, la mayor solidaridad, subrayan, es «continuar cumpliendo con las medidas impuestas y quedarse en casa». Desde aquí, estos jóvenes sanitaros jerezanos envían su ánimo y fuerza a sus paisanos porque, subrayan, «juntos saldremos de esta».
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.