Además de un gesto de reconocimiento y gratitud, los aplausos a las ocho de la tarde, se han convertido en una «terapia de grupo» entre los vecinos de muchas calles, urbanizaciones y comunidades.
En mi calle, ocurre como en la de otros muchos vecinos de esta ciudad, de sus pedanías y poblaciones cercanas, un poco antes de la hora señalada para seguir dando aliento a quienes velan por nuestro bien más preciado, la salud, y en general a todas las personas que con su trabajo hacen posible que nuestras necesidades básicas estén cubiertas y nuestro día a día transcurra con cierta normalidad, ya está sonando la música.
Juani Campomanes y su marido, Paco Faba, son los encargados del dispositivo de sonido. Ellos, desde una punta de la calle, divisan la bandera templaria que ondea en lo alto de la «torre sangrienta» y también tienen una excelente vista de todo el vecindario. Así que nos marcan el ritmo en cada canción. Hay melodías que se repiten como 'I will survive', o 'Resistiré'; no han faltado las marchas procesionales durante la Semana Santa, pero la canción que ya se ha instalado en nuestra calle como una bocanada de aire fresco que nos activa y levanta el ánimo y que, no puede faltar a la cita, es la de «Hola don Pepito….Hola don José». Sí, como leen.
Si hace algo más de un mes nos hubieran dicho que nos íbamos a ver todas las tardes unidos los vecinos, pequeños, jóvenes y sobre todo, no tan jóvenes, dando rienda suelta al niño que llevamos dentro, riendo y compartiendo saludo en el papel de cada uno de estos simpáticos personajes, al menos nos hubiera costado imaginarnos en tal situación. Tan excepcional y mayúsculo es lo que nos está pasando, que el salto se aprecia cualitativamente importante, de llegar cada cual de nuestro trabajo y aficiones y cerrar la puerta de casa para seguir viviendo en nuestro pequeño núcleo, a compartir más afectos, saludos e inquietudes que nunca con quienes siempre han estado ahí, al lado de nuestra casa.
Es una necesidad, unirnos ante la adversidad, saber que no estamos solos y lo más importante, hacer saber a los demás que no están solos, por más que en condiciones normales nos cueste expresarlo.
No sabemos si cuando todo pase, algo que ciertamente anhelamos, volveremos a reducir afectos y saludos a ese núcleo pequeño, pero de momento da la sensación de que hemos despertado a una convivencia reconfortante que, sin más pretensiones, nos ayuda a sobrellevar este confinamiento.
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